La Revolución de Mayo, el inicio hacia nuestra independencia

Del 25 de Mayo al 9 de Julio

Bienvenido al Blog Alegorico del Bicentenario Argentino, del partido Coalición Cívica ARI Córdoba.

Nuestra intención aqui es acercarte información sobre la revolución de mayo, sobre como vivimos el Bicentenario como argentinos que somos, y por eso, queremos invitarte a reflexionar como tal, a partipar de las encuestas sobre tu punto de vista, y sobre actividades que pensamos realizar más allá incluso de la fecha patria del 25...

Porque nos interesa tu opinión y porque queremos seguir sintiendo y valorando la libertad, la igualdad, la independencia, y tanto más que significo nuestro origen, es que queremos empezar a reflexionar sobre el "Ser Nacional" y por eso tenemos programadas actividades para vos, durante lo que resta del 2010- en este 2010, año del Bicentenario- en la que vas a decidir sobre las mismas. Incluso este 9 de Julio proximo es otra gran fecha para todos, para la totalidad de la Nación Argentina, como otros dias patrios por venir.

Encuestas:

Danos tu punto de vista: porque tu voto decide...

Nuestra Identidad Cultural: ¿Que es lo más "Argentino" para vos?

¿Qué "Actividad" a realizar te resultaria más interesante?.

10 jun 2010

Desde Opinión Abierta: "Un país sin futuro", por el Dip. Nac. Fernando Iglesias

Los artículos de Opinión no representan la posición oficial de la Coalición Cívica

"Un país sin futuro"

por Diputado Nacional Fernando Iglesias

La previsibilidad revestida de fasto con la que la Argentina festejó su bicentenario expresa dos de las principales razones del doloroso desencuentro que es esta sociedad: la confusión entre ciudadanía y nacionalismo, y la triste obsesión por el pasado.

Ríos de tinta corrieron sobre el cauce de la polémica entre quienes festejaban el segundo centenario y quienes recordaban con congoja el país del primero, como si una sociedad pudiera elegir entre su presente y su pasado olvidando el rasgo distintivo que distingue a nuestra raza de la animalidad: la orientación al futuro. ¿Qué programa político capaz de reconciliar a las provincias con su capital, al campo con la ciudad, a las clases medias con las trabajadoras y a la Argentina con el mundo, esa tremenda oportunidad, se ha enunciado estas semanas? ¿Dónde estaban las discusiones acerca de la revolución educativa que debe redistribuir nuevamente oportunidades según los méritos y no las herencias y recrear aquella ola de ascenso social que fue lo mejor de la Argentina del siglo XX? ¿Dónde la polémica sobre las formas en que se deberá abandonar las antinomias entre el agrarismo y el industrialismo para entrar en la sociedad de la información y el conocimiento del siglo XXI? ¿Quién ha dedicado sus energías a analizar las nuevas formas con las que la política debe enfrentar -en un universo globalizado por la tecnoeconomía- los desafíos planteados por las corporaciones o cómo el estado puede defender los intereses nacionales ya no por el aislamiento y la confrontación, sino mediante la integración, regional y mundial, la reforma democrática de la ONU y la construcción de un orden global más democrático y humano?

Nada de esto sino todo lo contrario: el nacionalismo como nueva religión; su festejo, como nuevo opio de los pueblos. Un país convencido de la bondad de su triste presente o creyente en que la única salida es la vuelta a las glorias del ayer. Y en el festival de sinsentidos encabezado por historiadores especializados en asincronías -que se los escucha decir que los problemas nacionales son los mismos de hace dos siglos y se teme que estén preparando un nuevo cruce de los Andes- la peor opinión fue la de la Presidenta, quien comparó a la Argentina de 2010 con la de 1910 como si el tiempo fuese una opinión y no la materia con la que se teje la Historia, y como si los millones de emigrantes que dejaron entonces Europa por la Argentina y la prefirieron entre todos los destinos americanos y los miles que abandonan el país en la dirección opuesta fueran víctimas de una alucinación.

El Bicentenario pasó desmintiendo al pensamiento mágico y confirmando lo que todos sabíamos de nuestra experiencia personal: el día posterior al cumpleaños nunca es demasiado diferente al que lo precedió. Los festejos, esa versión tamaño-baño de las celebraciones escolares, decían la verdad: allí estaba el folklore de inicios del siglo XIX, el tango de mediados del XX y el rock del final. Las manifestaciones de la cultura musical de la Argentina del siglo XXI, el rock-chabón y la cumbia villera, no se podían ni presentar. Cruda radiografía de la decadencia, no estaba en los stands la Argentina del futuro, la de la información, el conocimiento, la diversidad cultural, la innovación y la subjetividad transformados en paradigmas creadores de riqueza social y económica; la de los niños de todas las clases manejando computadoras, comunicándose sin prejuicios con el mundo y soñando con ser astronautas, científicos a la búsqueda de los límites de la nano-materia, creadores de empresas de avanzada o dirigentes comprometidos con un sistema global más democrático y con un país que supere la ridícula antinomia entre república y justicia social.

Nones. Un siglo de fracasos y el mito de la pueblada que procede invencible. Se junta un millón de personas en la calle y ya salen los profetas del “se viene un nuevo país”. Me permito recordar los episodios de este delirio de unanimidad que me ha tocado presenciar: Ezeiza, la asunción de Cámpora, el mundial 78, la guerra de Mavinas, el mundial 86, los cacerolazos de 2001. Siempre, millones de personas unidas por un patrioterismo elemental. Siempre, el triunfo de los poderes constituidos y la consolidación de lo peor. Y atrás de todo y sobre todo, el imponente error de nuestro sentido-común: más nacionalismo es igual a más ciudadanía. Como si las seis millones de personas que participaron de los festejos hubieran vuelto a sus casas convencidos de que hay que pagar impuestos y tener a los propios empleados en blanco, si se es rico, y hacer bien el trabajo, si no se lo es; de que hay que combatir la corrupción donde la haya y comprometerse en política siendo al menos fiscales, y respetar las reglas, comenzando por no tratar a la ciudad como un basurero ni orinar en la puerta del vecino. Menos escarapelas y más respeto por los demás y por lo público. Menos nacionalismo y más ciudadanía.

Nada que hacerle. Otra oportunidad desperdiciada. Una nación que se debate entre su pasado y su presente. Un país sin futuro. Una sociedad auto-celebratoria que sigue fracasando porque es incapaz de mirar a la cara las causas de ese fracaso y dejar de proponer más de lo mismo. Un país sin ciudadanos y repleto de habitantes que conciben el amor a la Patria como un partido de fútbol. Estos festejos me han hecho recordar aquella poesía de Wystan H. Auden: “Las caras a lo largo de la barra / se aferran a su mediocre jornada / Las luces nunca deben apagarse / La música debe siempre sonar / Todas las convenciones conspiran / para que este regimiento militar simule / el mobiliario de una casa / Por miedo a que veamos dónde estamos / perdidos en un bosque de fantasmas / niños temerosos de la noche / que no han sido nunca felices ni buenos”. Por suerte Dios, que es argentino, ha hablado ya desde las telepantallas y ha prometido que no nos abandonará en este Mundial.

Fuente: Opinion Abierta: "Un país sin futuro", por Diputado Nacional Fernando Iglesias - Mayo 2010
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